jueves, 17 de septiembre de 2015

MUROS.

                   
               
                              Soñé, no se si dormido o despierto, soñé que esta imagen podría alguna vez ser verdad de nuevo. Soñé que como aquel muro que separaba familias, amores, amigos,  un día cayó, cayeran de repente todos los muros que en el Mundo siguen separando a los hombres, a las mujeres, de sus seres queridos, de sus bienes más preciados: el amor,  la paz y la libertad.
                     Porque soñé que no había animales, no había monstruos podridos de dinero que soñaran no con derribar esos muros sino con levantar otros para separar el horror, la miseria y la muerte de su asquerosamente confortable lujo.
                 Y soñé que no existían pueblos, no existían mentes obtusas y fanáticas que rápidamente olvidaran el pasado,  ellos,  que siempre fueron el pueblo errante, los apátridas de la tierra, no  levantaban un muro de vergüenza, un muro de ignominia para hacerse dueños y señores, con el silencio complice de todos los Poderes, de una tierra que nunca fue suya, sino que abrían sus mentes y sus brazos, y vivían en armonía como hermanos. 

                 Y soñé que no existían desalmados, hienas y buitres, que se aprovecharan de la desgracia ajena, de la pena y la tristeza ajena, para sacar un puñado de monedas, y como JUDAS hizo con el MAESTRO,  entregar a los inocentes. llamaranse balseros, llamaranse espaldas mojadas, llamaranse como se llamasen. Soñé que no existían bestias sin alma, que no había ni el más pequeño gusano que le vendiera al alguien que solo quería pan y techo para vivir,  un viaje muchas veces sin retorno, abandonandolo a su, normalmente, negra suerte, vendiéndole solo muerte.
                Y soñé que esos muros, muros de mar, volvieran a ser cumulo de belleza,  de vida, el lugar que con aquellas maravillosas palabras  nos describió uno de  nuestros más queridos poetas, y no un negro y profundo cementerio,  llenos de ataúdes flotantes.    
        

    Y soñé que no existían checos, polacos, húngaros, que se olvidaran por el colchón de una ¿ segura ? prosperidad, que ellos no hace tanto tuvieron a su ESTADO ISLÁMICO, a su BASHAR AL-ASAD, particular,  que se llamó HITLER, y tuvieron que huir, pero el resto de EUROPA no les cerró las puertas ni los dejo desamparados.
                         Y soñé que se derribaban tantos y tantos muros , tantas tapias de sordera, de ignorancia, de indiferencia, que separaban a los hombres  por su condición social, por su  credo, por su sexo, o por el color de su piel.



                Pero desperté, desperté dolorosamente a la realidad, me di de bruces con esta mierda de Mundo y empecé a aporrear las teclas con un grito silencioso de rabia, para volcar la impotencia aunque fuera en este amasijo de palabras que nada van a solucionar.Y quise volver a dormirme para volver a soñar, para volver a creer que algún día, derribar esos muros podría ser tan fácil como apretar tres teclas. Tres teclas de AMOR , COMPRENSIÓN y GENEROSIDAD  que borraran los muros, que derribaran las barreras de desprecio, odio e indiferencia en lo más profundo de los corazones de algunos que aún se consideran SERES HUMANOS.

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