lunes, 6 de agosto de 2012

VIEJAS MANOS DEL TRABAJO

              
           Muchos se vanaglorian de su Máster en Economía o Informática sin acordarse de los viejos oficios de antaño.
                Muchos se pavonean todo el día, hablando de publicidad, de marketing o de relaciones públicas, sin querer hablar, porque a su nuevo "status social" no le conviene, de a que se dedicaba aquel hombre que se dejo el lomo, la vista, las manos y la vida en sacar adelante a una mujer y varios chiquillos y además darles unos estudios, de aquel que paso tantas y tantas horas fuera de casa, que se pego tantos y tantos madrugones para que no les faltara de nada, de aquel, que tienen arrinconado en un asilo porque a la esposa "florero" no le agradaba estar todo el día escuchando sus historias de viejo chocho, porque  unos nietos malcriados y repelentes no soportaban las estúpidas manías del abuelo.
              Hoy, me siento junto a este hombre anónimo, al que ha olvidado su propia sangre, para escucharle emocionado.
              Hoy, me siento a escuchar las historias de este hombre, al que ingratos, han tachado de la lista los que más tenían que agradecerle.Y guardo sus nostálgicas palabras en mi memoria para no olvidar nunca.
             Para no olvidar esas manos que siempre estaban manchadas de arcilla en el antiguo alfar trianero, para no olvidar aquellas duras y encallecidas manos del trabajo en la fragua, aquellas negras manos de los viejos betuneros de los casinos o las manos siempre ensangrentadas de los matarifes.
             Y sigo escuchándole, para no olvidar jamás las anchas espaldas de los antiguos Gallegos, de aquellos hombres que podían con todo, porque eran ellos los que en la Madrugá , sobre sus hombros, nos traían al que puede mover los Cielos y la Tierra, nos traían al Gran Poder, y no olvidar las espaldas de los repartidores de la nieve, descargando frías y blancas barras de los camiones amarillos.
             Y no quiero olvidarme de los cocheros de punto, todo el día en el pescante de un lado a otro de Sevilla, y con el repiqueteo metálico de sus cantaras resonando aún en las mañanas de la niñez, acordarme siempre de los viejos lecheros, y acordarme de los montañeses, que pasaron todas las horas, todos los días, toda su existencia, con un babi blanco, cortando bacalao tras un mostrador.
             Y quiero muy especialmente que las palabras de ese viejo, sean como una llave que encierre para siempre en mi recuerdo, para no olvidar jamás, mientras mi pecho se hincha orgulloso y mi corazón late con fuerza, a ese otro hombre que también se hace viejo, que cada vez se siente más cansado, a ese hombre que guardo tantas y tantas preocupaciones en su ahora gastada mente y mucho, mucho amor en su viejo corazón.
             A ese hombre que alcanzo el cargo de Director de Administración de una importante empresa, llegando allí poco a poco, siendo ejemplo de profesionalidad, de honradez, sin dar una sola zancadilla, sin hacerle daño a nadie, pero, eso sí, quitandole  muchas horas a su vida y a la de la mujer que la compartía a su lado, a ese hombre que llego a la cúspide con la conciencia muy tranquila, como tantas veces decía, durmiendo a pierna suelta, y que un día, hace ya muchos años, llego de su pueblo siendo casi un niño, para repartir la correspondencia.
   

ENVÍO: A mi PADRE, por su ejemplo, por sus consejos, por su sabiduría, por su cariño, por todo.

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