sábado, 12 de marzo de 2011

AZAHAR


                             No recuerdo bien donde tuvo lugar el esperado momento.No consigo recordar muy bien en que plaza, en que estrecha calle lo vi por primera vez, pero el lugar es lo de menos ante la ilusión que sentí por la certeza del encuentro.
                   Lo note levemente,casi imperceptible, e inmediatamente como si mis ojos fueran impulsados por  un mágico resorte, levante la mirada hacia la copa del naranjo.Allí estaba de nuevo el azahar.Aun cerrado, tímido, solitario, como si no quisiera hacerse notar demasiado, como una  pequeña y olorosa lágrima que estuviera esperando el llanto fragante que cubriera de florecillas blancas las verdes ramas.
            Esa pequeña perla, adelanto sutil de la lluvia aromática de los naranjos de Sevilla, comenzaba a anunciarme una nueva Primavera, y con ella, la cercanía de esos días luminosos y únicos de nuestra sin par Semana Santa.
                     Y fue pasando el tiempo, y cada vez sentía más ansioso la cercanía del Domingo de Ramos,mientras el azahar había ido abriendo sus pétalos, cubriendo de blancor las calles, inundandolas con su fragancia exquisita y confortadora, como si a cada latido de mi corazón hubiera brotado otros de esos pequeños pebeteros, como sí, su oloroso pregón se hiciera cada vez más intenso adivinado la suave mecida de una bambalina, el crujido antiguo de una paso de caoba tras un levanta.
                  El azahar siguió pregonando Primavera por las calles, siguió anunciado feliz a Dios en la ciudad, sabiendo que sería elegido para ser el único exorno, la mejor flor para acompañar a la Concebida sin Mancha en la Eterna Madrugada; y sobre sus respiraderos ofrecerle a Sevilla el momento más hermoso,el momento más esperado del Pregón aromático que cada año inicia, tímido, casi imperceptible, en un naranjo de una calle cualquiera.
             
             


                        

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